Hablar en público

Una necesidad de siempre

A continuación verás, oh lector amable y socarrón, mi formidable discurso, precedido de un ligero introito descriptivo… Mi hermana y mi padre se encargaron de colocar a los caballeros y señoras en ringleras de sillas puestas en tres lados de la sala, dejando la cabecera de esta para las personas de más viso, y para desahogo del orador. Yo improvisé una tribuna con tres sillas cuyos respaldos me separaban del público, ofreciéndome apoyo y resguardo. Con cuquería teatral me abstuve de aparecer ante mi auditorio hasta el momento de comenzar mi oración. Desde la puertecilla por donde había de entrar miré y examiné a mi público, conforme se iba instalando. Vi señores acartonados, predominando los narigudos sobre los chatos, serios todos como si estuvieran en misa; vi a la derecha, en el término más lejano, señoras gordas, señoras flacas, algunas de buena presencia y aire aristocrático dentro del tipo lugareño. En la primera fila lucía un grupo de tres damas, una de ellas muy aventajada de pechos, la cara bonita. Vestían todas de negro, con excesiva honestidad, pues apenas dejaban ver el cuello carnoso. Sobre la obscura vestimenta se destacaban escapularios y medallitas. Gente aldeana de ambos sexos ocupaba[…]”Pasaje de: Benito Pérez Galdós. “Amadeo I.” ePubLibre, 1910-01-01. iBooks.

Consejos


  1. Para empezar


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